El amor no hace menos coherente al protagonista, porque ni aún ante él cede su avaricia, y la rivalidad del hijo le hiere como una ofensa inferida a su derecho de padre y señor, por eso los jóvenes se sienten inducidos a desear la muerte al viejo. La comicidad es copiosa, y viven todos los personajes; pero el avaro eclipsa a todos.
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